Discurso de grado Francisco Piedrahita. Febrero 18, 2017
Discurso de grado Francisco Piedrahita. Febrero 18, 2017
Muchos
de esos excelentes resultados se deben al talento y a la disciplina de ustedes,
queridos graduandos, y al apoyo de sus familias.
Pero
nosotros creemos que ellos también son producto de un modelo educativo único,
que la Icesi empezó a implementar precisamente hace 20 años, a comienzos de
1997. Ese modelo se diseñó con el liderazgo intelectual de Hipólito González,
prematuramente fallecido, quien por esa época era Vicerrector Académico y,
después fue, por años, asesor pedagógico de la institución.
El
modelo ha evolucionado y se ha enriquecido mucho durante este tiempo
transcurrido. Pero siempre ha sido, parte central de él, el Pensamiento
Crítico; el “desarrollo y consolidación de la capacidad de pensamiento crítico
en los estudiantes, durante su viaje de aprendizaje por la universidad”, para
usar la expresión del propio Hipólito en su libro “Discernimiento: Evolución
del pensamiento crítico en la educación superior; el proyecto de la Universidad
Icesi.” Se trata de fortalecer habilidades y disposiciones como búsqueda de la
verdad, disposición al análisis, disposición al trabajo sistemático, curiosidad
intelectual.
He
querido traer a cuento esa importante efeméride de nuestra universidad para
dejarles una reflexión de despedida sobre un tema que me ha tenido muy
preocupado estos últimos meses y que pone a prueba el esfuerzo que hemos hecho
nosotros y el que han hecho ustedes en busca de ese “desarrollo y consolidación
de la capacidad de pensamiento crítico.”
El
equipo humano de Diccionarios Oxford, una organización editorial británica que
cada año escoge la que llaman “palabra
del año” por su novedad e impacto, decidió que la palabra del año 2016 fue “Post truth.” Posverdad en español. Y ¿por qué la escogieron? Porque, aunque el
término había sido acuñado hace más de una década, en 2016 tuvo un pico en su
frecuencia de uso en el contexto del referendo sobre la permanencia o no del
Reino Unido en la Comunidad Europea y en las elecciones presidenciales de los
Estados Unidos. Allá hablan ahora de “Política de posverdad”.
Se
trata de una nueva y peligrosa forma de hacer mercadeo político; como escribió
el profesor Tomás Barrero para la revista virtual Razón Pública: “su
característica fundamental es abandonar cualquier escrúpulo con respecto a los
hechos o a la opinión informada para promover, en cambio, una reacción
emocional en una audiencia atrapada por las redes sociales”.
En la
“política de posverdad” se apela a sentimientos legítimos; a preocupaciones
razonables de las personas; pero “todo vale” para encender las pasiones de los
potenciales votantes.
En
Gran Bretaña, por ejemplo, antes de la sorpresiva votación por el retiro de la
Unión Europea, se promovieron activamente falsedades acerca del costo que
pagaban los británicos por la membresía en la Comunidad; acerca del caos que
causaría una gigantesca inmigración de turcos en el Reino Unido una vez se
diera la supuesta entrada de su país a la Comunidad Europea, etc.
Y lo
de Donald Trump superó, y sigue superando, todo lo imaginable; él y su equipo
han, inclusive, acuñado nuevas expresiones, nuevos eufemismos, para justificar
sus mentiras: hablan de “hipérbole verdadera” o “exageración verdadera” y de
“hechos alternativos”. Y han inventado falsedades como que el Presidente Obama
nació en África; que iba a haber y, luego, que hubo una gran votación
fraudulenta por Hillary Clinton; que el cambio climático es, en realidad, un
invento de los chinos para obtener ventajas económicas, etc.
Tanto
en el caso británico, como en el estadounidense, había grandes grupos de la
población que compartían preocupaciones sobre inmigrantes, seguridad, empleo,
etc. La estrategia consistió en proponer “posverdades”, “hipérboles verdaderas”
y “hechos alternativos”, promoviéndolos en las redes sociales para enardecer
pasiones y obtener los votos de esos grupos.
Las
tácticas de la posverdad son las mismas en todas partes. Entre ellas: sembrar
temor; provocar rabia y hostilidad; pintar todo como blanco y negro, sin
tonalidades; y repetir y repetir y repetir.
Aquí
en Colombia también pudimos apreciar un caso típico de posverdad cuando Juan
Carlos Vélez Uribe, gerente de la Campaña por el No en el plebiscito, en entrevista
con el diario La República, habló espontáneamente sobre detalles de la campaña.
Contó que “unos estrategas de Panamá y Brasil nos dijeron que la estrategia era
dejar de explicar los acuerdos para centrar el mensaje en la indignación.” Y
eso lo reiteró cuando le preguntaron “en la campaña ¿cuál fue el mensaje de
ustedes?” y respondió “La indignación. Estábamos buscando que la gente saliera
a votar verraca”. Luego, a la pregunta “¿Cómo fue la estrategia?” agregó,
“Descubrimos el poder viral de las redes sociales”.
¿Y
cuál es ese papel de las redes sociales en la política de la posverdad? Los
mecanismos de influencia de estos nuevos medios solo se están comenzando a
entender recientemente; uno de esos mecanismos es el que llaman “clasificación
homófila”, esto es, agrupaciones que se forman con personas que piensan
similarmente. Las redes sociales facilitan a los miembros de esos grupos
reforzar mutuamente sus creencias e impedir que les llegue información
contradictoria. A esos grupos los llaman también “cámaras de eco” en un sentido
metafórico, para describir situaciones en las que la información, las ideas y
las creencias se amplifican y se refuerzan, por transmisión y repetición dentro
de grupos o sistemas cerrados, en los que se censuran o se evitan puntos de
vista diferentes. De esa manera, las posverdades, los hechos alternativos, las
hipérboles verdaderas van convirtiéndose en una nueva realidad para esos
grupos.
Se
pregunta uno, entonces, ¿y qué se hizo el Pensamiento
Crítico? ¿cómo se explica que gente inteligente y educada, con una tradición
democrática como las de esas sociedades anglosajonas caiga en esas redes de
pensamiento mágico?
Ya
vimos que la estrategia consiste en promover una reacción emocional, en
enardecer pasiones, en centrar el mensaje en la indignación. Y ahí está el
peligro. Esas estrategias desactivan nuestra capacidad de razonamiento, de
juicio ponderado, de pensamiento crítico.
La
verdad es que existe, en un grupo mayoritario de los académicos, y de los
profesionales, en general, un exceso de confianza en la razón como nuestro
mecanismo principal de pensamiento y motivación a la acción. Muchos tendemos a
descartar las intuiciones y las emociones como mecanismos secundarios, como
ruidos que debemos evitar en nuestro comportamiento racional; o como algo que
debe venir posterior al pensamiento y a la acción. Pero estamos equivocados. Lo
cierto es que la mente humana no opera así. En la realidad, primero sentimos o
tenemos intuiciones, luego decidimos o actuamos, movidos por esos sentimientos
o esas intuiciones y después, solo después, razonamos para construir
justificaciones a nuestra actuación.
Ya en
el siglo XVII, Blas Pascal decía que "hay razones del corazón que la razón
no entiende"; y en el siglo XVIII, el de la ilustración escocesa, David
Hume sentenció “La razón es, y sólo debe ser, esclava de las pasiones, y no
puede pretender ningún otro oficio distinto a servirles y a obedecerlas.” La
Psicología, la psicología evolucionista, la neurociencia y otras ciencias
sociales y humanas han avanzado, sobre todo en las últimas décadas, en la
comprensión de nuestros mecanismos de decisión y acción. Y la conclusión es la
misma. Inclusive, la academia sueca, a principios de este siglo, otorgó el
premio Nobel de Economía a un psicólogo, Daniel Kahneman, por su trabajo
experimental de décadas que cuestiona muchos supuestos racionalistas de modelos
económicos tradicionales. Ese trabajo se popularizó con la publicación del
libro “Pensar rápido, pensar despacio”, un éxito internacional. Allí Kahneman
explica dos sistemas que modelan cómo pensamos. El Sistema 1 es rápido,
intuitivo y emocional; mientras que el Sistema 2 es lento, deliberativo y
lógico. Kahneman expone el dominio y la capacidad, aunque también los errores y
los sesgos, del pensamiento rápido, y revela la duradera influencia de las
impresiones intuitivas sobre nuestro pensamiento y nuestra conducta. El Sistema 1 es, para la gran mayoría de nosotros, la
manera natural de pensar; el Sistema 2 es antinatural, no instintivo,
nos genera aprensión, requiere esfuerzo e intención consciente para remontar
tendencias naturales. Lo grave es que el Sistema 2 es el único capaz de
Pensamiento Crítico.
Si
nuestra manera natural de pensar es la del Sistema 1, intuitiva, emocional, y
si vivimos inmersos en esas cámaras de eco que son las redes sociales
homogéneas a las que pertenecemos, en las que las ideas y las creencias se
amplifican y se refuerzan, es fácil entender cómo se neutraliza nuestra
disposición a buscar la verdad, al análisis, al juicio ponderado. Se neutraliza
nuestra disposición al Pensamiento Crítico.
Entonces
¿qué hacemos? Si la posverdad florece en sociedades como la británica y la
estadounidense, ¿qué podemos esperar en un país como el nuestro, con una
democracia débil y una población con grandes deficiencias educativas? La
respuesta es muy difícil. Y lo único que puedo aventurar es una propuesta para
ustedes; y para nosotros mismos, acá en la Universidad. Esas mismas ciencias
que nos ayudan a entender cómo pensamos y qué nos mueve a actuar, y que nos
explican el impacto de las redes sociales en nuestro comportamiento, nos pueden
ayudar. Ellas nos sugieren que, si nos comunicamos, no solo con nuestros
similares, sino con los diferentes; si hacemos un esfuerzo deliberado por ampliar
el rango de nuestros intercambios; si leemos, por ejemplo, en fuentes que no
son afines a nuestros gustos o nuestros valores; si discutimos respetuosa y
empáticamente con personas que tienen posiciones que no coinciden con las
nuestras; si nos asomamos, siquiera, a redes sociales por las que circulan
ideas que no son las más cercanas a nosotros; si hacemos eso, podríamos activar
nuestra capacidad de pensamiento crítico.
En mi
juventud, me interesaba mucho leer las columnas de un abogado y político tolimense
llamado Alfonso Palacio Rudas; las titulaba “Columnas del Cofrade”; y el nombre
derivaba de su idea de promover la “Cofradía de los que no tragan entero”. Hoy, me siento un afortunado. Mi oficio de
rector universitario me permite; mejor, me exige, un diálogo permanente con
personas provenientes de disciplinas académicas diferentes, con valores
políticos, y, en algunos casos, morales, diversos. Eso significa un reto
permanente; no da mucho espacio para la complacencia. Con seguridad no me
blinda de las amenazas de la posverdad; pero me ayuda a tratar de seguir siendo
miembro de la Cofradía de los que no tragan entero.
Entiendo
que oficios como el mío son muy pocos; y que probablemente no son atractivos
para una gran mayoría de personas; pero creo que todos tenemos la necesidad de
buscar exponernos a ideas y ambientes intelectuales y políticos diversos, si
queremos mantener nuestra plena capacidad de discernimiento y nuestra autonomía
como personas y como ciudadanos.
Quiero
despedirme parafraseando las palabras de Michelle Obama, la esposa del
presidente saliente de los Estados Unidos, en su último discurso ante jóvenes
estudiantes: Con el poder que les da una buena educación, salgan al mundo y
úsenla para construir un país digno de su ilimitado potencial. Lideren con el ejemplo y con optimismo; que no los
detenga el temor. Yo agrego: traten siempre de hacer parte de la Cofradía de
los que no tragan entero. Y sepan que nosotros estaremos con ustedes,
pendientes siempre de ustedes.”
FRANCISCO
PIEDRAHITA
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